Desempleo y la importancia de la educación

Entre los más afectados está la gente joven. En el mundo hay aproximadamente 600 millones de personas jóvenes, entre 15 y 24 años. Alrededor de 75 millones de esas personas jóvenes (12 %) están desempleadas, lo que es más o menos el doble de las personas adultas que no tienen trabajo. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el desempleo de personas jóvenes es un problema que sigue empeorando en todo el mundo.

El desempleo crea sus propios peligros sociales debido al sentido de alienación y la inactividad prolongada. Alrededor del 90 % de la gente joven vive dentro de economías en desarrollo (como la de Colombia), donde son vulnerables al subempleo y a la pobreza. “En países en desarrollo”, dice la OIT, “la crisis impregna la vida diaria de la gente pobre”. El número de personas jóvenes atrapada en la pobreza de empleo crece y el ciclo de pobreza de empleo persiste al menos por una generación más. La OIT argumenta que dichas tendencias tendrán “consecuencias significativas para las personas jóvenes dado que los nuevos grupos de jóvenes se unirán a las crecientes filas de desempleados” y advierte del “riesgo de una crisis heredada que creará una ‘generación perdida’ compuesta por gente joven fuera del mercado laboral y que ha perdido la esperanza de trabajar para permitirse una vida decente”.

El estudio de la OIT subraya el costo del desempleo de la gente joven: “Las sociedades están perdiendo su inversión en educación. Los gobiernos están perdiendo las contribuciones a sus sistemas de seguridad social y están gastando más dinero en servicios paliativos”. La gente joven es el impulso del desarrollo económico: “Ignorar el potencial de la gente joven no sólo representa una pérdida económica sino un gran riesgo para la estabilidad social”. El crónico alto número de gente desempleada (casi la mitad de ella sin trabajo por más de un año) es más que un reto económico.

La gente desempleada a largo plazo hace parte de un amplio grupo de personas que se sienten marginadas y sin herramientas para manejar las fuerzas del cambio que ocurre en el mundo. Este grupo de personas tiende a concentrarse en las mismas áreas, disminuyendo así aún más sus oportunidades de recuperación (en el Reino Unido, por ejemplo, la gran mayoría de las personas desempleadas vive en sólo 2000 urbanizaciones). En una sociedad regida por el trabajo, estar sin empleo o la amenaza del desempleo puede producir un agresivo contraataque. En muchos países, hay una tendencia preocupante de desafección y agresión entre la gente joven que asiste a la escuela. En el Reino Unido, por ejemplo, muchos profesionales de la enseñanza escolar se sienten frustrados y desmoralizados: Los resultados de una encuesta reciente muestran que un 66 % de dichos profesionales no quiere trabajar más en las escuelas y 50 % quiere retirarse completamente debido a la baja disciplina en las escuelas. En los Estados Unidos también hay un gran problema de exclusión. En varios centros urbanos los eventos violentos relacionados con pandillas están creciendo. En las ciudades europeas más grandes, la guerra de pandillas se ha convertido en un aspecto endémico de la vida adolescente. Uno de los prospectos más preocupantes es la emergencia de una subclase atrapada en un ciclo de crimen, pobreza y desesperanza. Puede ser un precio muy alto el que hay que pagar para contener la rabia y la frustración de aquellas personas que se sienten marginadas y sin esperanza.

Los Estados Unidos tienen la tasa de encarcelación más alta en el mundo. Un alarmante número: 1 de cada 35 estadounidenses está en el sistema correccional (el cual incluye cárcel, prisión, libertad condicional y supervisión), más del doble que hace 30 años. La población de cárceles y prisiones creció en un 274 %, 2.3 millones en 2008, mientras que el número de personas bajo supervisión creció en un 226 %, 5.1 millones en el mismo año. Los números se concentran en ciertos grupos. Un poco más del 10 % de personas adultas consideradas negras están en el sistema correccional, 4 % de personas adultas consideradas hispanas y 2 % de las personas adultas consideradas blancas. Un largo número de la gente perteneciente a esta proliferante población de personas prisioneras no completó la escuela secundaria, o tuvo que lidiar con analfabetismo o falta de conocimiento matemático, o se desempeñó pobremente durante su educación por dificultades de aprendizaje. Durante los últimos 30 años, el gasto de los estados en el sistema penitenciario ha sido la parte del presupuesto que ha crecido más rápido, después de los gastos en Medicaid (el sistema de salud para personas con bajo ingreso). En California en el 2010, el gasto en el sistema correccional sobrepasó con creces los gastos en todo el sistema de la educación superior pública. Los costos de encarcelamiento son vastamente mayores que los costos de la educación. En promedio, mantener a alguien en prisión cuesta 29000 dólares al año, mientras que un año de educación secundaria se estima en 9000 dólares al año.

Algunos políticos claramente prefieren asumir los costos de encarcelamiento y contención en vez de invertir en el talento de las comunidades marginadas. Sin embargo, desarrollar los talentos y las aspiraciones de aquellas personas que están en problemas es desde todos los aspectos la mejor manera de devolverles su lugar en la sociedad y evitar los recurrentes costos de la reincidencia. Desde todo punto de vista, social, ético y económico, tendría más sentido invertir en mejorar la educación en primer lugar y dar a la gente joven un inicio apropiado en la vida en vez de ahorrar en educación y terminar gastando incomparablemente más en las consecuencias.

Traducido de la versión original en inglés “Out of Our Minds: The Power of Being Creative”, tercera edición, 2017, de Sir Ken Robinson, PhD (nacido en 1958).