Refugiarse en la lectura

17.02.2017

Hace poco tuve una conversación con una amiga del Reino Unido que trabaja “educando” refugiados en Malta. Mi amiga Jessie me preguntó si yo tenía alguna experiencia con analfabetismo y en mi opinión cuál era la diferencia entre una persona que puede leer (y lee) y una persona que no puede leer. Más que responder a su pregunta lo que hicimos fue dialogar, como pasa a menudo.

A pesar de que casi todos los refugiados que logran llegar vivos a Malta no saben leer y/o escribir propiamente (ni en inglés, ni en maltés, ni en sus lenguas maternas), la mayoría habla varios idiomas, entre dos y cuatro diferentes, antes de empezar a ser “educados” en inglés. Por ejemplo, un buen grupo habla distintas formas del árabe, además de otras lenguas y dialectos, dependiendo del lugar de origen. Entonces deben ser personas analfabetas muy diferentes a aquellas que se han quedado en su lugar de origen y no han recibido educación en su propio idioma. Quizá son personas que tienen formas de aprender especiales, ya que se han enfrentado a retos diferentes y tienen el sueño de integrarse en Europa o al menos de vivir una vida “normal” en cualquier lugar. Especulamos, porque es difícil saber cuáles son los verdaderos sueños de alguien y aún más de un grupo.

Los refugiados a los que ella enseña están atrapados en Malta (la isla era sólo una estación), tratando de aprender a leer, hablar y escribir en inglés como parte de un plan que les promete una vida mejor. Después de un rato hablando sobre el tema, Jessie me preguntó si yo pensaba que valía la pena enseñar a leer a los refugiados sabiendo que ellas y ellos necesitan más y urgentemente tantas otras cosas.

Pienso que en el juego del mundo actual hay varios tipos de perdedores, pero los más evidentes son los desplazados, los refugiados, los diferentes y los más pobres en general. Pero hay personas en el mundo sin ninguna voz, dentro y fuera de ese grupo de perdedores evidentes. Hay personas muriendo silenciosamente en todas partes, sufriendo en alguno de los barrios olvidados de Latinoamérica o en las calles de las ciudades indiferentes de India, en los países sin nombre de África o en los rincones no tan oscuros de Asia, Australia y Europa. China, Estados Unidos y Rusia son en ese sentido mundos aparte, contribuyendo especialmente a la miseria que aceptamos actualmente como humanidad.

¿Qué puede hacer la lectura por los refugiados, en un contexto cínico, pesimista y autocompasivo como ese? Mucho, le dije a Jessie. Cuando yo vivía en Cali y era (más) pobre, la lectura me dio perspectiva. Leer fue una de las actividades que me ayudó a entender la situación en la que me encontraba y me mostró que algo mejor era posible. Leer me puso en contacto con personas vivas y muertas, del pasado y de un posible futuro. Los libros me mostraron mundos y formas posibles, relativismo cultural, lenguas, lugares, mentes, visiones, pesadillas, religiones, sensaciones, luchas ganadas y perdidas, ideas y sueños que también podrían ser los míos.  Descubrí con palabras el horror y la belleza. Poco a poco encontré no sólo un lugar donde esconderme y aliviar las tensiones de la pobreza, sino una identidad formada por palabras que con el tiempo dejaron de ser ajenas.

Cuando lees también aprendes a pensar y a expresarte. Desarrollas tu imaginación como un nuevo músculo, como un nuevo sentido. Trasciendes tu posición actual y te concibes más allá de ti mismo o de ti misma, más allá de lo que crees que eres. Al fin y al cabo, toda vida es fantasía, toda vida es un cuento que nos cuentan y nos contamos. Leer te da herramientas para construir y narrar tu propia vida. A través de la lectura también puedes buscar lo que eres, narrar tu ser y lo que realmente deseas. Si bien no sólo de palabras se puede vivir, no se puede vivir sin palabras. Tener acceso a las múltiples voces del mundo es uno de los requisitos fundamentales para disminuir tu pobreza. Con pobreza me refiero a algo más que lo material. Me refiero a la pobreza como a la incapacidad de llevar la vida que queremos mientras contribuimos al bienestar nuestro y al de quienes nos rodean. Ser rico significa estar contento con la vida que uno lleva, dar y recibir amor en todas sus diversas formas, provocar sonrisas en las personas con las que eliges compartir y rodearte, experimentar lo que quieres, ir a donde quieres, respetar todas las formas de vida y todas las formas en que las personas que respetan tu integridad quieren llevar sus vidas… La persona que lee tiene la posibilidad de caminar en dirección a esa riqueza. El camino hacia nosotros mismos comienza en la autoconsciencia y la imaginación, y ambas cosas se nutren de palabras.

Más o menos ese fue el diálogo que tuvimos. Jessie se fue contenta a enseñar inglés a los refugiados y yo seguí leyendo.

El Matallama

Recuerdo de Maria A.

1

En aquel día en de luna azul Septiembre

Quieto bajo un joven ciruelo

Lo sostuve, al quieto pálido amor

En mi brazo como en un dulce sueño.

Y sobre nosotros en el bello veraniego cielo

Había una nube, que vi largamente

Ella era muy blanca y monstruosamente alta

Y así como la vi, no estaba nunca ahí.

 

2

Desde aquel día muchas, muchas lunas

Han flotado quietas cayendo y de paso

Los ciruelos ya fueron talados

¿Y me preguntas que fue del amor?

Así te lo digo: No puedo acordarme.

Sin embargo, seguro, sé a lo que te refieres

Pero de su rostro, ya nunca más sé

Sólo sé aún: antaño lo besé.

 

3

Y también el beso lo hubiera olvidado hace tiempo

Si la nube no estuviera ahí

De ella sé y he de saber siempre

Ella era muy blanca y venía desde arriba.

Los ciruelos quizá aún florecen

Y aquella mujer tiene tal vez ahora su séptimo hijo

Mas aquella nube floreció sólo minutos

Y así como la vi, desapareció en el viento.

 

Traducción no oficial de “Erinnerung an die Marie A.” de Bertolt Brecht (1898 – 1956)

Erinnerung an die Marie A.

1

An jenem Tag im blauen Mond September

Still unter einem jungen Pflaumenbaum

Da hielt ich sie, die stille bleiche Liebe

In meinem Arm wie einen holden Traum.

Und über uns im schönen Sommerhimmel

War eine Wolke, die ich lange sah

Sie war sehr weiß und ungeheuer oben

Und als ich aufsah, war sie nimmer da.

 

2

Seit jenem Tag sind viele, viele Monde

Geschwommen still hinunter und vorbei

Die Pflaumenbäume sind wohl abgehauen

Und fragst du mich, was mit der Liebe sei?

So sag ich dir: Ich kann mich nicht erinnern.

Und doch, gewiß, ich weiß schon, was du meinst

Doch ihr Gesicht, das weiß ich wirklich nimmer

Ich weiß nur mehr: Ich küsste es dereinst.

 

3

Und auch den Kuss, ich hätt’ ihn längst vergessen

Wenn nicht die Wolke da gewesen wär

Die weiß ich noch und werd ich immer wissen

Sie war sehr weiß und kam von oben her.

Die Pflaumenbäume blühn vielleicht noch immer

Und jene Frau hat jetzt vielleicht das siebte Kind

Doch jene Wolke blühte nur Minuten

Und als ich aufsah, schwand sie schon im Wind.

 

Bertolt Brecht (1898 – 1956)