Once

18.08.21


Despedirse bien es un arte

Hay que recordar

que todos esos momentos sí ocurrieron

que todas esas palabras fueron ciertas

las sonrisas y los llantos

los gemidos a la hoguera

Hoy he vuelto al primer encuentro

y pude mirar a la fortuna en tus ojos

sentí de nuevo tu inmensa belleza

e infinitas ganas de abrazarte


El amor de esta despedida

no cabe en todas las estrellas


Aunque te llevas un universo

que pesa ausente en mi pecho.


El Matallana



Beschreibung VIII

«Was für ein wunderschönes Gedicht!

Die Bilder tragen einen Zauber in sich, so dass ich mich in jeder Strophe in einem anderen Moment, einer anderen Situation, Umgebung und Universum fühle.

Vielen Dank fürs Malen und Teilen…»

 

Sonja – 23.08.2015

https://elmatallana.com/2015/08/22/die-augen-einer-frau-in-koln/

Descripción VII

«Cada vez que nos encontramos, sin importar el tiempo que pasa, siento que continuamos nuestra conversación.

Es increíble que me recuerdes tantas cosas.

Tienes una memoria exquisita.»

 

Tania – 09.08.2015

Aire de entonces

El aire de un abrazo de ríos sin deseo.

Los árboles, un aire vegetal de palomas.

La tarde era un ligero movimiento del párpado,

y la escarcha, la espuma fácil de tu sonrisa.

 

La veleta era el viento clavado en una espina.

Tu niñez, la distancia que había entre los lirios.

Orilla de tu sueño y pestañas de música

era entonces el ojo limpio de la mañana.

 

Venías de más lejos que un hombre de un olvido.

En tu lejana sangre había brumas y mástiles.

Entonces yo era triste y miraba el silencio

creyendo que el silencio era la oscuridad.

 

Todo mi afán de viajes ancló sobre tu piel

que iba bajo el sol sosteniendo la luz;

proa, el pecho hendía dulcemente los días

y el corazón sabía cómo es de azul el mar.

 

Por cada rosa un sitio en el aire tus hombros

dejaban redondeado por dónde tú pasabas,

y el viento en tus cabellos era sólo un pañuelo

estampado de aromas y soplos de colores.

 

Tus ojos no tenían color que yo pudiera

decir como palabras: «saúz»  o  «golondrina».

corrías como el agua y el agua de tu risa

subía a los tejados a hacer la tarde clara.

 

Hoy que ni los espejos saben cómo mirabas

cuando tu edad de lino te daba a las rodillas;

yo te recuerdo y digo simplemente las cosas

como si las sacara de una gota de agua.

 

Era entonces el tiempo dulce de nuestro encuentro.

La saeta era un rumbo sin ¡ay! en la llegada.

El jazmín, un recuerdo de olor en tu memoria.

Y el bronce era una brisa con olor de campana.

 

Jorge Rojas (1911-1995)

http://amediavoz.com/rojas.htm#AIRE DE ENTONCES