Hay una cierta nostalgia en mí
que no depende de ti
ni de las flores que se marchitan…
Los mares que se han secado
poco tienen que ver
el cielo ambiguo de la casi noche
apenas la nutre
Hay una cierta nostalgia en mí
que no depende de ti
un deseo como una espiral hacia adentro
desde afuera, desde adentro
desde un lugar oscuro bajo mi pecho
como una lágrima que no se derrama
o un mudo apetito insaciable
Una gota de agua, una noche, una luna nueva me hace recordar,
siendo el pensamiento una cosa volátil yo no sé porque no te puedo olvidar…
Olvidar, para que olvidar, para que olvidar esos momentos lindos…
Olvidar, para que olvidar, para que olvidar esa felicidad…
Buscando un poco de paz y buscándote a ti yo me perdí,
me perdí, me perdí, me perdí, me perdí, pero yo aprendí:
Aprendí que para hallar la luz, hay que pasar por la oscuridad.
Aprendí que para uno encontrarse tiene que buscar en la raíz,
en la familia, en el pueblo, en la tierra, allí donde un día tú fuiste feliz.
Aprendí que perder y perdonar son dos remansos que le dan a uno tranquilidad.
Aprendí que no soy sólo yo y que somos muchos más:
muchos más soñando, sintiendo, viviendo, buscando la felicidad.
Aprendí que el camino es largo, que el camino es duro, pero se puede llegar,
aprendí que el camino es largo, que el camino es duro, pero se puede llegar.
Una gota de agua, una noche, una luna nueva me hace recordar,
siendo tú la mujer más divina, fantasía que Dios un día hizo realidad,
realidad para deleitarme, para navegar en tus encantos de mujer,
realidad que fue mi verdad, pero un día te fuiste sin más nunca regresar…
Con tanto sentimiento acumulao
y con el corazón aquí guardao,
con tanto sentimiento acumulao yo te tuve que vení a cantá…
Me salgo de mi concha y (yo te vengo a cantá)
Ehhh por la madrugá, por la mañanita (yo te vengo a cantá)
Te vengo a cantá, morena (yo te vengo a cantá)
Y con mi guitarra y bajo el palmar (yo te vengo a cantá)
Por el río Guapi, arriba en mi champita yo me vine (yo te vengo a cantá),
buscándote por la orillita (yo te vengo a cantá),
con el corazón lleno’ e sentimiento (yo te vengo a cantá)
me dejaste en un mar de sufrimiento (yo te vengo a cantá)
Me salgo de mi concha y (yo te vengo a cantá)
te vengo a contar mi historia (yo te vengo a cantá):
Me caía, me paraba, me perdía, aprendía y yo seguía (yo te vengo a cantá)
En una noche estrellada te volviste un sueño y fantasía de Dios (yo te vengo a cantá)…
Duele, duele, duele, duele, negra linda vuelve ya (yo te vengo a cantá),
te canto esta serenata de amor (yo te vengo a cantá)…
Ahora yo vivo mi vida bien sabrosito y cantando
¡porque la vida es un goce y felicidad! (yo te vengo a cantá)
Te vengo a cantá….
* “Grupo Bahía, composición del maestro Hugo Candelario González. El video fue dirigido por Nicolás Cabrera y Luis Antonio Delgado, en asociación con Juan Martín Fierro de Music Media Colombia (www.musicmedia.com). Se grabó del 2 al 6 de junio de 2011 en Guapi, Cauca, tierra natal del maestro Hugo Candelario y es un homenaje a la gente, al paisaje y a la música de este rincón del Pacífico colombiano. La canción hace parte del álbum «Con el corazón cerca de las raíces», de 1998.”
Cierra los ojos y con suavidad deja descansar tu cabeza hacia atrás, deja que el sueño sea dueño de ti
Cuando la noche con lentitud cuidadosamente apague la luz deja que el viento te traiga hasta mí
Y si en sueños pudiera volar yo llegaría hasta ti para entonces hacerte escuchar lo que nunca te pude decir…
…Y siento la aurora a veces tocar cuidadosamente mi puerta al pasar y sin hablar me lleva hasta ti
No encuentro palabras que puedan decir lo maravilloso que es poder sentir el calor de un hogar que refugias en ti
Y si en sueños pudiera volar yo llegaría hasta ti para entonces hacerte escuchar lo que nunca te pude decir:
Ríe sin la alegría que te robé llora por la tristeza que te entregué vive con la nostalgia que te dejé guardame tu promesa que tal vez un día estarás allí que de vez en cuando pensarás en mí…
Si a tus sueños pudiera volar yo llegaría hasta ti para entonces hacerte escuchar lo que nunca te pude decir:
Ríe sin la alegría que te robé vive con la nostalgia que te dejé llora por la tristeza que te entregué guardame tu promesa que tal vez un día estarás allí que de vez en cuando pensarás en mí que tal vez un día estarás allí que de vez en cuando pensarás en mí…
Hace poco Amira Akhtar* me hizo recordar un término que desde la primera década del 2000 he venido usando de manera privada: el no-lugar. Los no-lugares son sitios donde no siento la presión de ser, hacer algo o pensar en algo en especial; son espacios que experimento como transición entre un lugar y otro. Por ejemplo, cuando me he encontrado en un sitio más tiempo de lo planeado, porque el medio de transporte deseado se retrasó y no pude hacer nada más que aguardar ahí. O cuando estuve esperando para entrar a un baño en un establecimiento público, como un museo, solo, en algún pasillo anónimo. También me he encontrado en un no-lugar cuando una cita se canceló de improviso y de repente estuvo el tiempo ahí sólo para mí, puro, limpio y sin propósito. He estado en no-lugares en alguna enorme estación de tren, donde nadie me conocía, donde nadie parecía hablar mi idioma, donde nadie me esperaba. También he encontrado no-lugares en salas de consultorio, en aeropuertos inmensos, en una larga fila, en una oficina o una cama vacía (o como si lo estuviera), en un edificio abandonado, en una universidad en la noche, en un camino donde iba perdido, en una playa abandonada bajo el sol del mediodía, en una caminata por el desierto, en una carretera desconocida, en un taxi sin interlocutor, en el mar calmo acostado sobre una tabla de surf, en un restaurante o café cualquiera, en la cocina de una casa donde miro por la ventana hacia la calle…
Los no-lugares logran inspirarme muchas veces porque puedo contemplar las cosas sin el afán que llevo, me permiten escapar de las necesidades de mi propio rol en la vida y huir de las creencias que me empeño en mantener en el momento. En un no-lugar a veces concibo ideas y escritos que descubren la belleza, reconocen la incertidumbre o exploran lo desconocido. En un no-lugar a veces no pasa nada en la superficie, pero en el fondo sé que siento ansiedad, incomodidad, soledad tremenda o carencia de sentido (por decirlo de alguna manera). En un no-lugar a veces me siento o soy libre, fuera y dentro del mundo al mismo tiempo, como un espectador neutral que está inmensamente satisfecho o que no desea nada más que contemplarse existente entre cosas y fenómenos.
Pero los no-lugares pueden evitarse fácilmente, especialmente con el auge y desarrollo de herramientas de distracción y consumo permanente. El aparente vínculo constante con el mundo que ahora podemos llevar en los dispositivos inteligentes (lentes, relojes, celulares u otros aparatos portátiles) puede ayudarnos a evitar llegar a un no-lugar si así lo queremos. Y las viejas ayudas como el libro que leemos cada vez que no se nos ocurre nada más qué hacer con la vida, o la conversación banal con alguien sobre el clima o el retraso del bus, también pueden servir para desviar nuestro camino al no-lugar.
¿Qué si me gustan los no-lugares? Creo que sí, a veces me parecen los únicos sitios que valen la pena, los únicos a los que de verdad llego.
El Matallana
* Muchas gracias y saludos a Amira Akhtar por ayudarme con la inspiración:
Hola... Mi nombre es Rosalum@.... Intentare en "placer oral" describir mis placeres y las sensaciones experimentadas por mi paladar. Al mismo tiempo procurare que sirva para divertir y criticar.... Divertir al lector y criticar todo aquello que siendo potencialmente un placer oral... No cumpla con las expectativas creadas u ofertadas. Me deseo suerte y constancia.